Un café, una pausa entre clase y clase, entre materia y materia. Por primera vez después de tantos años es en taza y no en vasito para llevar. Tarde de invierno, de un agosto frío y gris que tira para abajo, que incita a que las buenas ondas salgan a combate.
En medio del tiempo acelerado de mis compañeros, estoy yo, sentada en una mesa al fondo del bar pegadita a una ventana con vista a un paisaje más que interesante. ¿Será que al mirar por el vidrio y ver el alto pasto que rodea este gran edificio deseo que todos seamos transportados a ese intenso verde? Si, siento la necesidad de que a este agosto le lleguen los colores y que a mis compañeros que pasan sin ver, paren y sientan un poco más.
Es agosto, y si todo sale bien, es mi último agosto en este lugar. ¿Será por eso que al fin puedo disfrutar un poco más de una ventana y un café...?